CAMINOS DE LA CIVILIZACIÓN TAYRONA
No eran los Andes, aunque quedaban cerca. La Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte colombiano, era mejor. Era el centro del mundo: así lo había marcado la diosa madre cuando clavó allí el huso con que tejía.
Y así lo aceptaron los indios tairona. Las costas les regalaban pescado; las selvas, frutas, caza y una tierra rica para cultivar; los rebaños pastaban en los prados altos. Y todavía quedaba espacio para deslumbrarse con las nieves eternas de las cimas, a casi seis mil metros. De todo, en poco espacio, gracias a un desnivel que sólo puede compararse con el del Himalaya. Por Raimon Portell
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